—Mamá, cuando vivamos en Entrepatios, ¿de que van a ser las reuniones? —pregunta Olalla. Ella y sus amigos juegan en la sala de al lado. Siempre hay una sala de al lado. Ellos se divierten, y con sus 4 años ya nos dan donde nos duele, muestran nuestras flaquezas, porque ¿la revolución no es movimiento? Lo de que las reuniones son divertidas no les convence.
Pequeños escalofríos, simpáticos, pero escalofríos, risas nerviosas cuando pensamos en su adolescencia:
—Mamá, me marcho con los vecinos a bailar toda la noche, porque, si no se puede bailar, no es mi revolución.
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