Una mosca se choca tozudamente contra los cristales de la sala donde estamos sentadas en círculo, esperando a que comience la asamblea. Son tozudas las moscas. Se empeñan en atravesar esa pared transparente que les impide el paso. Nosotras tenemos más registros sonoros que el zumbido repetitivo de las moscas y no somos igual de pesadas, pero nos parecemos en la tozudez, en el empeño en tratar de atravesar paredes rígidas y transparentes. Nos enseñaron a creer en la propiedad privada, a no dar importancia a lo ecológico, a mirar solo hacia el interior de nuestras casas y no hacia lo que ocurre a su alrededor. Pero intuíamos que, al otro lado del cristal, hay otras formas de vivir diferentes al orden establecido. En colectivo conseguimos verlas. Ahora, después de siete años de asambleas y reuniones y debates y encuentros y algún desencuentro, conseguimos atravesar el cristal. No queríamos solo mirar a través de la pared transparente las formas de vida que apuestan por el derecho de uso, por los criterios ecológicos, por vivir también hacia el barrio. Queríamos tocarlas y vivirlas. Nos parecemos en eso a las moscas, somos tozudas cuando queremos atravesar paredes transparentes. Ahora ya estamos preparadas para comenzar a vivir en el otro lado.
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