Llevan varias horas discutiendo, no mal, pero sí intenso. Se separan (aunque vienen de mundos muy cercanos). Las palabras de uno todavía resuenan en la cabeza del otro, le incomodan, se siente intranquilo: “Estamos construyendo un edificio, no un proceso participativo. Dentro de 20 años no recordaremos como fue el proceso, pero sí que nos acordaremos sí se nos cae una pared”…. la tensión entre lo técnico y lo comunitario, entre el saber especializado y el popular, el equilibrio entre militancia y empleo está presente cuando es mucho el tiempo dedicado, y mucha la pasión con la que se entregan, pasión de lo técnico, pasión militante, pasión de vecino, pasión. No es una tensión nueva, pero aquí es más latente.
Le intranquiliza porque siente que es una tensión impuesta, no por ellos, sino por el contexto que facilita lo contracolectivo.
Llega al parque y ve al resto charlando animadamente, conversaciones construidas en los últimos 7 años, conversaciones a las que la gente se ha ido sumando poco a poco, pero sintiéndose plenamente partícipes, sin miedo a hablar ni a expresar lo que piensan. Si les mirase con los ojos de un extraño le costaría saber quien llegó primero. Les mira con los ojos de un arquitecto social y siente que los pilares están sólidamente construidos y la intranquilidad se disipa.
El 90% de los proyectos comunitarios como este, al cabo de un tiempo se rompen, y no porque les fallen los muros de las casas.
Dentro de 20 años seguiremos charlando animadamente.
Hola!! Me gustaría estar al tanto del siguiente proyecto de vivienda colaborativa. Me gustaría formar parte de una comunidad así. Conozco proyectos similares y me parece muy enriquecedor.
Un saludo
Marta